domingo, 31 de diciembre de 2023

 

Una puerta llamada 2024

Cada año es como una puerta que se nos abre con nuevas oportunidades. Cuando inició el año 2020 nadie se imaginaba que sería uno de los años más duros y difíciles que nos tocaría vivir, esa fue una puerta diferente que Dios usó para darle a la humanidad muchísimas enseñanzas, entre ellas que somos demasiado vulnerables y que es imposible vivir sin la gracia divina, por su misericordia estamos a punto de entrar al 2024.

Esta nueva puerta que se nos ha abierto llamada 2024, también traerá nuevas oportunidades que Dios nos ofrece para vivirlas tomados de su mano.

De la importancia de las puertas que nos abre o cierra el Señor es que reflexionaremos el día de hoy.

Una puerta es la entrada o salida a un lugar. La entrada cuando esta se nos abre y la salida cuando ya cumplimos el propósito por el que estuvimos en ese lugar. Una puerta también es una oportunidad que el Señor abre o cierra según su voluntad, como bien lo dice en Apocalipsis 7:1: «Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: El Santo y Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie cierra, y cierra y nadie abre...».

Cuando Él nos cierra una puerta es por nuestro bien y nadie la puede abrir jamás, no insistamos que por ahí no es; sin embargo, cuando Él nos abre una puerta podemos tener la seguridad que estará con nosotros y evitará que alguien nos la cierre.

Por muy buena que parezca la circunstancia, tal vez Dios no nos abra esa puerta o por muy mala que parezca una situación, tal vez sea la puerta que Dios nos está abriendo porque Él irá delante de nosotros para garantizarnos el éxito.

Los creyentes en Cristo tenemos la gran bendición de hablar con Dios por medio de la oración. Cuando oramos, tocamos la puerta del cielo, pero Dios decide si abre o cierra. Jesús declaró: «Pidan, y se les dará. Busquen y hallarán. Llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla, y al que llama se le abrirá» (Mateo 7:7-8). Dios responde a nuestra oración abriendo las puertas según su voluntad.

El apóstol Pablo pidió a la Iglesia de Colosas que lo ayudaran orando para que el Señor abriera puertas. «A la vez, oren también por nosotros a fin de que el Señor nos abra una puerta para la palabra para comunicar el misterio de Cristo» (Colosenses 4:3). Nuestras oraciones deben ser para que Dios nos abra puertas de manera que cumplamos su voluntad antes que la nuestra. El Señor sólo tiene tres tipos de respuestas a nuestras oraciones: «Si. No. Si, pero en mi tiempo».

En uno de sus viajes misioneros, Pablo y sus acompañantes tuvieron una experiencia aleccionadora; a pesar de que les movía hacer la voluntad de Dios en el establecimiento de su Reino en la tierra de su tiempo, el libro de los Hechos de los Apóstoles (16:6-10), narra cómo «atravesaron la región de Frigia y de Galacia, porque les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia. Cuando llegaron a la frontera de Misia, procuraban entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Entonces, después de pasar junto a Misia, descendieron a Troas. Y por la noche se le mostró a Pablo una visión en la que un hombre de Macedonia estaba de pie rogándole y diciendo: ‘¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!’. En cuanto vio la visión, de inmediato procuramos salir para Macedonia, teniendo por seguro que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio».

¿Acaso no era la voluntad de Dios que predicaran a todas las naciones?, por supuesto que sí, pero se encontraron que el Espíritu Santo les cerró la primera puerta para entrar en Asia. Luego procuraron entrar a Bitinia y el Espíritu del Señor no se los permitió, cerrándoles esa segunda puerta; sin embargo, en la visión del hombre macedonio se le mostró la puerta abierta para anunciarles el evangelio y hacia allá fueron.

Aunque pensemos que, por hacer la obra de Dios, todas las puertas se nos abrirán, vemos que no siempre sucederá así; pues Dios en su soberanía nos guía por medio del Espíritu Santo, quien nos abrirá o cerrará las puertas que Él considere, y nosotros debemos entender que así será.

El apóstol había partido con un plan atinado y realista, pero el razonamiento humano no siempre es confiable. La Biblia nos dice que confiemos en el Señor en vez de nuestro entendimiento; «confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia» (Proverbios 3:5).

Si queremos obedecer la voluntad de Dios para nuestra vida, debemos vivir según la dirección del Espíritu Santo; piense en el hecho de que el Dios del universo está tomando un momento para llamarle la atención y dirigirle en la dirección correcta. Obedezca al Señor y Él dirigirá sus pasos por la senda correcta y hacia las puertas correctas.

Por otro lado, el que Dios nos abra puertas no significa que no tendremos adversidades, al respecto Pablo escribió: «Porque ahora no quiero verlos de paso, sino que espero quedarme algún tiempo con ustedes, si el Señor lo permite [si Dios me abre esa puerta]. Pero me quedaré en Éfeso hasta Pentecostés; porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, y hay muchos adversarios» (1ª Corintios 16:7-9).

¿Se da cuenta?, Dios puede abrirnos una puerta, pero el adversario tratará de impedir que hagamos la voluntad de Dios, ahí es donde vemos quién es valiente y quien no para obedecer al Señor.

Un nuevo año es una nueva puerta que Dios nos abre, pero eso no significa que haremos lo que creamos, sino que debemos hacer su voluntad, pues habrá puertas que nos abra y otras que nos cierre, pero siempre será para nuestro bien. Lo que debemos hacer es caminar cada día del año bajo su infalible dirección, eso nos garantizará sus bendiciones y la victoria final.

Pero, para tener la guía del Espíritu Santo necesitamos haber creído en Jesús como nuestro único Señor y Salvador; Cristo dice: «Yo soy la puerta. Si alguien entra por mí será salvo; entrará, saldrá y hallará pastos» (Juan 10:9). Si usted desea ser salvo y asegurar su eternidad en el cielo, le invito a orar junto conmigo entregando su vida a Jesucristo.

Ore así: Padre celestial, confieso que he pecado contra ti y me arrepiento de todo corazón por eso, Jesucristo te pido perdón por mis pecados, límpialos con tu sangre derramada en la cruz por amor a mi, Jesús te recibo en mi corazón como mi único Señor y Salvador, lléname con tu Espíritu Santo para que me guíe por cuales puertas debo entrar, enséñame a orar y háblame cada día a través de tu Palabra. Gracias te doy Padre, en el nombre de Cristo, amén.

Que el Señor bendiga su vida y le abra puertas de gracia, así como cierre las que no le convienen durante este año 2024 que está por comenzar.

Toman de Evangelio Digital.

 

 

sábado, 13 de noviembre de 2021

                                 TODOS TENEMOS ALGO EN COMÚN

Desde el día 1 de tu vida empezaste la aventura llamada vida, una aventura que no promete que todo será un jardín de rosas en cambio, te asegura que muchas veces será todo lo contrario. Pero esto es lo que hace que la vida no sea simple y monótona, sino que compleja.

Yo quisiera muchas veces que la vida fuera más simple, quisiera que la vida omitiera problemas familiares, problemas económicos, que la vida le pusiera un alto a la muerte y no se llevara a quienes hemos amado tanto.

Perdóname por relucir mi humanidad, pero muchas veces lo he pensado y mucho más en los momentos complejos donde grito por dentro diciendo: ¡PAREN TODO! Porque se nos hace difícil muchas veces seguir de pie.

 El hecho es que todos estamos en el mismo barco. Tú y yo tenemos algo en común, tenemos una aventura y es distinta para cada persona. Aunque no lo creas hasta las personas con mucho dinero también tienen vidas complejas que ni te imaginas, nadie está exento.

 Pero nos toca ponernos los zapatos y correr esta carrera. Todos los días correr es nuestra mejor opción, sea que a veces camines por lo agotado que estás, solo sigue moviéndote. 

No te estanques, no le des oportunidad a la voz que te dice que pares, tú sigue. Busca la motivación correcta, eso significa no mirar la situación en cambio poner nuestros ojos en el autor y consumador de nuestra Fe. Esa es nuestra motivación, darlo todo por él, gastarnos por él.

 Recuerda, estas palabras que no vienen de mí, pero sí de nuestro entrenador que además es también nuestro papá, Dios. Él dice que siempre estará con nosotros. En medio de tormentas y dificultades prometió no abandonarnos.

Me hace bien el pensar que en medio de esta carrera, cuando los obstáculos llegan a nosotros, Dios nos grita motivándonos, esos gritos dicen “Tú puedes”, “Sigue Adelante” 

“No te rindas”. En medio del caos y de la tormenta, si tú pones atención, podrás escuchar estas palabras. Isaías 41:13 

sábado, 14 de agosto de 2021

 

Cuando se escribió el libro de 1 Juan, Jesús ya había ascendido al cielo. Pero nos dice, “Habiendo amado a los Suyos, Él los amó hasta el fin”, y Él quiere que ellos continúen teniendo compañerismo con Él a pesar del hecho de que Él está ahora de regreso allá y nosotros estamos acá abajo sobre la tierra. Juan nos está hablando a Ud. y a mí.  Él cubre los siglos, nos mira aquí   abajo hoy y dice: “Nosotros queremos que ustedes tengan compañerismo con Él, y es así que se hace.” 

"... lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo." 

(1 Juan 1:3) 

Lo  que  sucede  entonces  es  bastante  maravilloso.    ¡Juan  nos  dice  que  podemos  tener  compañerismo  con Dios!  Uno  de  los  prospectos  más  gloriosos delante de nosotros hoy es que podemos tener compañerismo con el Padre, con el Hijo y unos con otros. ¿Pero cómo voy a tener compañerismo con Él si yo soy un pecador?  

Toda la humanidad ha tratado de hacer esto en tres maneras diferentes, dos de las cuales son equivocadas. 

Bajar a Dios

El primer método es bajar a Dios al nivel del hombre. "Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad." 

(1 Juan 1:6) 

¡Este es un lenguaje fuerte! Si Ud. y yo decimos que tenemos comunión con Dios y caminamos en tinieblas, somos mentirosos. Soy demasiado cortés para decirlo tan bruscamente, pero Juan hace esa declaración severa. Hay muchas personas hoy que dicen que tienen comunión con Él,  y  no  están  arreglando  las  cosas  que  andan  mal  con  sus  vidas. Amigo y amiga, si Ud. va a caminar con Dios, va a caminar en la luz, pero si hay pecado en su vida, no está caminando con Él.  No puede Ud. bajarle a Él a su nivel. 

"... Pero si andamos en luz, como él está en la luz,  tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo [sigue limpiándonos] de todo pecado."  (1 Juan 1:7)

Él murió para salvarnos de la culpa del pecado. He sido salvo - eso se llama, justificación. Estoy siendo salvado - eso es santificación.

Levantar al hombre

El segundo método es un intento de levantar al hombre al nivel de Dios

El otro lado dice que el hombre ha alcanzado una perfección sin pecado y que está viviendo en esa meseta muy alta. Bueno, Juan trata ese enfoque:

"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros." (1 Juan 1:8)

Esto es aun peor que ser un mentiroso. Ud. se está auto engañando. ¿A  quién  piensa  Ud.  que  engaña  cuando  dice  que  no  tiene  pecado?  Se  engaña  a  sí  mismo,  y  Ud.  es  la  única  persona  que  engaña.  No  engaña  a  Dios.  Ni  engaña  a  sus  vecinos.  No  engaña  a  sus  amigos.  Pero,  ciertamente  se  engaña  a  sí  mismo.  Y  Juan  dice  que  la  verdad no está en tal hombre porque él no puede ver que es un pecador y  que  no  ha  alcanzado  el  lugar  de  perfección.  Sin  embargo,  muchas  personas  están  siguiendo  esa  ruta  en  su  esfuerzo  de  cerrar  la  brecha  entre ellos y un Dios santo. 

Confesar

El tercer método es confesar.Y a que no puede bajar a Dios a su nivel y no puede levantarse Ud. a Su nivel, ¿qué va a hacer Ud.? Juan nos da la alternativa:

"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad." (1 Juan 1:9)

La  palabra  “confesar”  es  del  verbo  griego  homologeo,  que  significa “decir  lo  mismo”.  Esto  es  importante.  Ud.  ha  de  decir  lo  mismo  que  dice Dios. Cuando Dios en Su Palabra dice que la cosa que Ud. hizo es pecado, ha de ponerse de lado de Dios y verlo desde ese punto de vista. Y ha de decir: “Tú tienes razón, Señor, yo digo lo mismo que Tú dices. Es pecado.”

Cuando el Señor Jesús estaba aquí, Él les lavó los pies a Sus discípulos. Él ha regresado allá ahora, pero aún lava pies porque “habiendo amado a los Suyos, Él simplemente sigue amándolos hasta el fin.” (Juan 13:1) Hoy Él está ceñido con una toalla de servicio. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. (1 Juan 1:9) Tenemos que ir a Él para limpieza vez tras vez, diciendo: “Mira, Señor. Aquí están mis manos. Aquí están mis pies. Aquí están mis ojos. Aquí están mis oídos. Aquí está mi mente. Yo quiero andar contigo,  y  quiero  amarte,  quiero  disfrutar  de  Ti.  Quiero tener comunión contigo.”

¿Por qué no va Ud. al Señor, y simplemente ábrele su corazón y habla con Él como habla con cualquier otra persona?  Dígale sus problemas, sus pecados, sus debilidades. Confiéselo todo a Él.  Dígale a su Padre que quiere tener comunión con Él y que quiere servirle. Él ha creado una manera maravillosa para que regresemos a Él para tener compañerismo. Jesús anhela nuestra comunión.

 


domingo, 21 de febrero de 2021

 




Devocionales Proverbios 4:23; Romanos 7:25

Pensamientos en nuestra vida 

Todas las semillas de pensamiento producen un árbol como resultado. Si esos pensamientos están enraizados en irritabilidad, entonces surge un árbol irritable, y lo mismo sucede con la depresión. Los pensamientos de depresión, producen deliberadamente pensamientos que deprimen o te detenía allí, sin saber que estas produciendo tu propio árbol. Por alguna razón, no puedes conectar los puntos. Estas como ciego. Cuando estas en alguna actividad, tu mente se aferraba a los pensamientos negativos y depresivos. La mente está atrayendo estos pensamientos negativos hasta que te encuentras agitado e irritado, y una nube de depresión comenza a flotar sobre ti, sin embargo, no tienes idea de que es uno mismo realmente quien fabricaba esta nube. Luchas durante mucho tiempo hasta poder encontrar la manera de salir. Cuando sales de esa zanja, tu deseo es ayudar a otros a encontrar la salida de esta condición. 

No puedes elegir tus circunstancias, pero sí los pensamientos en medio de esas circunstancias. Emerson dijo: «Un hombre es lo que piensa todo el tiempo». Si pudieras grabar tus pensamientos todo el día y luego reproducirlos por la noche, te sorprendería descubrir que los pensamientos sobre los que gravitas pueden ser la fuente de muchos de los problemas en tu vida. Norman Vincent Peale dijo una vez: «Un hombre no es lo que él cree que es, sino lo que piensa». Marcus Aurelius, un gran filósofo que gobernó el imperio Romano, lo dijo en ocho fáciles palabras: «Nuestras vidas son producto de nuestros pensamientos». Si no te gusta tu vida, examina tus pensamientos. También continuó diciendo: «El alma está teñida del color de sus pensamientos».

¿Con qué estás coloreando tu vida? ¿Estás coloreando tu vida en tonos pálidos de gris y negro y en colores oscuros? ¿O estás coloreando tu vida con el arco iris: alegría, salud, emoción, entusiasmo, optimismo, buena voluntad? Tú decides. Siempre me ha gustado cómo una de las traducciones modernas explica en Proverbios 4: Ten cuidado en cómo piensas, tu vida está moldeada por tus pensamientos. Hoy es un buen día para comenzar a redefinir y reposicionarte a través de pensamientos buenos que brotan de una relación correcta con Dios.

sábado, 14 de marzo de 2020



Se nos habla de arrepentirnos delante de Dios y recibir perdón. Se nos habla de pedir perdón a quienes ofendemos, al igual que de perdonarlos. De lo que a veces no estamos conscientes, es la necesidad del perdón propio. 
Juan 3:17 dice: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él” (RVC). Dios quiere que vivamos en libertad, no en condenación.

La auto condenación tiende a ser una cadena que muchas personas cargan. Ese gran peso que, con un eco continuo, trae los recuerdos de fracasos, pecado y todo aquello que desearías poder eliminar. Si Dios ya te perdonó y olvida tu pasado, que no importe lo que otras personas puedan decir. 

Muchas veces somos muy duros con nosotros mismos, pero Dios habla de que somos una nueva criatura y deja todo nuestro pasado atrás, entonces ya nadie puede traer ese peso sobre tu vida porque alguien ya ha pagado el precio por tu pecado. Claro, a veces hay consecuencias sobre nuestras acciones, pero eso no es un impedimento para los planes de Dios.

Desde el primer día, hablamos sobre el perdón que ya hemos recibido de Dios y la importancia de entenderlo. En ese conocimiento, podemos perdonarnos por todos aquellos errores que de alguna manera marcaron nuestra vida, ¿cierto?, Pero hay otras heridas que no necesariamente requieren el perdón externo, muchas veces nosotros hemos sido nuestros propios enemigos.

¿Alguna vez te has sentido traicionado por ti mismo cuando te prometes no hacer algo y lo haces? ¿Alguna vez has pensado o dicho cosas como “no soy suficiente”, “nadie me quiere”, “eres basura”, “jamás podrías lograrlo”, etc.? En ocasiones tus palabras y pensamientos hacia ti mismo han sido la fuente de inseguridades, resentimientos y limitaciones.

Hace unos años estuve en consejería con una líder de una iglesia y me hizo hacer un ejercicio. Escríbete una carta pidiéndote perdón por todas aquellas palabras y pensamientos, que has tenido o tienes, que no se alinean a la verdad de Dios. Abre tú corazón y pídele a Dios que revele cuáles son aquellas mentiras que te has creído por tanto tiempo que te han limitado y frenado de los planes de Dios.
Recuerda que en Cristo Jesús somos nuevas creaturas. Tu valor no se define en tus errores ni inseguridades. Sin importar cuantas mentiras hayas creído y declarado sobre tu vida, no hay palabras más poderosas que las que Dios ya ha hablado sobre ti

domingo, 1 de marzo de 2020



Todos queremos y necesitamos el perdón. Sin embargo, no siempre estamos dispuestos a extender esa misma gracia a todos aquellos que en su momento nos han dañado. La realidad es que, para poder sanar, también tenemos que perdonar. Muchos dicen que no perdonar es como tomar veneno y esperar que le haga daño a la otra persona.
La falta de perdón a otros nos lleva a la amargura, inseguridad, dolor, rencor y todo aquello que evita nuestra libertad y sanidad emocional.

Si podemos recibir el perdón de Dios y Él nos lo continúa dando cada mañana, ¿por qué no podríamos hacer lo mismo? ¿Por qué no podríamos en gracia perdonar a aquellos que nos han lastimado? En Mateo 18:21 dice: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: «Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” (RVC). 

Tal vez tú te encuentres como Pedro, preguntándote cuánto tienes que aguantar, especialmente ante las injusticias por las cuales tal vez has atravesado. Jesús en los versos 22-33 empieza a hablar con una parábola para hacerle entender la magnitud a la que somos llamados a perdonar. 

Recuerdo un día, en un estudio bíblico, nos pusieron a hacer una lista sobre todas las personas que nos habían lastimado. Como te imaginarás, con gusto empecé a escribir mi lista. De pronto me di cuenta de que en mi lista tenía mucho para perdonar.

Cuando terminamos de escribir la lista, para mi sorpresa, la líder nos pidió que enseguida del nombre de cada persona que anotamos, escribiéramos cómo nosotros los habíamos lastimado a ellos. ¡Shock! No era lo que esperaba. En ese momento fui confrontado con la realidad de que también habían faltas en mí, yo también había lastimado, también me había equivocado. 

Fue un proceso en el cual Dios abrió mis ojos a que vivimos en un mundo lleno de gente imperfecta que expresa todo su dolor, que lastimar a otras personas aun sin tener intenciones de hacerlo. Me gustaría pedirte que ores y pienses en esas personas que te lastimaron y las puedas perdonar. También piensa en aquellas que lastimaste y  busca la forma de pedirles perdón. 

Tú y yo recibimos ese hermoso y gran perdón por el cual fuimos reconciliados con Dios. Jesús pagó una deuda que jamás hubiéramos sido capaces de pagar por nuestra cuenta. El perdonar las ofensas de las demás personas no se trata de un sentimiento, sino de una decisión. En ocasiones no recibiremos una disculpa de las personas que nos ofendieron, pero aun así, pensando en lo que Dios ha hecho por nosotros, es necesario perdonar.
Es fácil ir por la vida apuntando y culpando a personas, pero toma madurez y

Responsabilidad aceptar y reconocer cuando nosotros también hemos fallado y lastimado a otras personas. Es necesario aprender no solo a perdonar sino también a pedir perdón a los que hemos dañado. 

Aunque pedir perdón no borra lo que hacemos (no borra nuestras palabras ni acciones) ayuda al proceso de sanidad de otras personas y en mí, al igual que refleja el carácter de Cristo en nosotros. 


domingo, 23 de febrero de 2020



Hay heridas nuestras de las cuales no siempre estamos conscientes. Palabras que continúan creando un eco en nuestras cabezas y que estamos tan acostumbrados a ellas que ya no las notamos. Sin embargo, han influenciado cada decisión, sentimiento y perspectiva. Todo aquello que en algún momento nos lastimó y que nunca sanó ha creado espinas en nuestro camino que han causado aún más dolor a nuestras vidas y a las de aquellos que nos rodean.
La sanidad interior es extremadamente necesaria, pero pocas veces pasa por la mente de las personas. Quizá hemos llegado a estar tan acostumbrados al dolor que no sabemos que existe otra opción, pero Dios en Su misericordia siempre busca esas maneras de recordarnos que no hay nada tan roto o tan sucio que Él no pueda perdonar y restaurar. 

En este devocional, iremos descubriendo diferentes áreas con respecto a la sanidad, enfocándonos en el perdón y la gracia. Hoy hablaremos, primeramente, sobre el perdón de Dios. Creo firmemente que toda sanidad nace primero de comprender y sumergirse en la verdad de que hemos sido perdonados y somos libres de condenación.

Absolutamente todos hemos fallado. Hasta la persona más admirable e impecable ha pecado y cometido errores. No ha existido persona, fuera de Jesús, que caminara sobre esta tierra y estuviera libre de pecado. 

Recuerdo que hace muchos años, cuando recién le rendí mi vida a Dios, la condenación no me dejaba avanzar. No me sentía digno del perdón de Dios y cargaba con todo el peso de mi pasado pensando que debía vivir un martirio. No podía evitar sentirme consumido por mis faltas y, para serte sincero, hasta envidiaba a las personas que vivían en libertad de culpabilidad.

Un día Dios me llevó a Salmo 103:12, “Tan lejos como está el oriente del occidente, alejó de nosotros nuestras rebeliones” (RVC). El perdón de Dios es tan poderoso, profundo e inigualable, que en ocasiones nos es difícil comprenderlo. Claramente en la palabra de Dios, vemos cómo Él únicamente busca un arrepentimiento genuino, y  eso basta para dejar el pasado atrás.
Ezequiel 33:14-16 expresa esta idea completamente. Tenemos un Dios increíblemente bueno que quiere sanar tu vida, perdonar tu pasado y restaurar tu presente.