domingo, 1 de marzo de 2020



Todos queremos y necesitamos el perdón. Sin embargo, no siempre estamos dispuestos a extender esa misma gracia a todos aquellos que en su momento nos han dañado. La realidad es que, para poder sanar, también tenemos que perdonar. Muchos dicen que no perdonar es como tomar veneno y esperar que le haga daño a la otra persona.
La falta de perdón a otros nos lleva a la amargura, inseguridad, dolor, rencor y todo aquello que evita nuestra libertad y sanidad emocional.

Si podemos recibir el perdón de Dios y Él nos lo continúa dando cada mañana, ¿por qué no podríamos hacer lo mismo? ¿Por qué no podríamos en gracia perdonar a aquellos que nos han lastimado? En Mateo 18:21 dice: “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: «Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” (RVC). 

Tal vez tú te encuentres como Pedro, preguntándote cuánto tienes que aguantar, especialmente ante las injusticias por las cuales tal vez has atravesado. Jesús en los versos 22-33 empieza a hablar con una parábola para hacerle entender la magnitud a la que somos llamados a perdonar. 

Recuerdo un día, en un estudio bíblico, nos pusieron a hacer una lista sobre todas las personas que nos habían lastimado. Como te imaginarás, con gusto empecé a escribir mi lista. De pronto me di cuenta de que en mi lista tenía mucho para perdonar.

Cuando terminamos de escribir la lista, para mi sorpresa, la líder nos pidió que enseguida del nombre de cada persona que anotamos, escribiéramos cómo nosotros los habíamos lastimado a ellos. ¡Shock! No era lo que esperaba. En ese momento fui confrontado con la realidad de que también habían faltas en mí, yo también había lastimado, también me había equivocado. 

Fue un proceso en el cual Dios abrió mis ojos a que vivimos en un mundo lleno de gente imperfecta que expresa todo su dolor, que lastimar a otras personas aun sin tener intenciones de hacerlo. Me gustaría pedirte que ores y pienses en esas personas que te lastimaron y las puedas perdonar. También piensa en aquellas que lastimaste y  busca la forma de pedirles perdón. 

Tú y yo recibimos ese hermoso y gran perdón por el cual fuimos reconciliados con Dios. Jesús pagó una deuda que jamás hubiéramos sido capaces de pagar por nuestra cuenta. El perdonar las ofensas de las demás personas no se trata de un sentimiento, sino de una decisión. En ocasiones no recibiremos una disculpa de las personas que nos ofendieron, pero aun así, pensando en lo que Dios ha hecho por nosotros, es necesario perdonar.
Es fácil ir por la vida apuntando y culpando a personas, pero toma madurez y

Responsabilidad aceptar y reconocer cuando nosotros también hemos fallado y lastimado a otras personas. Es necesario aprender no solo a perdonar sino también a pedir perdón a los que hemos dañado. 

Aunque pedir perdón no borra lo que hacemos (no borra nuestras palabras ni acciones) ayuda al proceso de sanidad de otras personas y en mí, al igual que refleja el carácter de Cristo en nosotros. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario