«Las riquezas de
Cristo en la iglesia» Efesios 3:14-20
Los primeros dos capítulos abarcan la revelación de la iglesia, mientras
que el capítulo 3, la constitución de la iglesia, donde vemos que Pablo, quien
llevaba la delantera y era un modelo para los creyentes, recibió la revelación
de las riquezas de Cristo y participó de éstas. Las riquezas se integraron en
su ser de forma natural y lo constituyeron parte del cuerpo.
Al forjarse las riquezas de Cristo en la iglesia, ésta llega a ser la
plenitud de Cristo y la plenitud de Dios. Para que esto se llevara a cabo,
Pablo oró que fuésemos fortalecidos en nuestro hombre interior, con el fin de
que Cristo hiciera su hogar en nuestro corazón y ocupara, poseyera, impregnara
y saturara todo nuestro ser, consigo mismo. De esta manera somos llenos de
Cristo y somos fortalecidos para comprender sus dimensiones y conocer su amor,
que excede a todo conocimiento. Un día, seremos tan llenos de Cristo que
llegaremos a ser la plenitud de Dios.
A medida que transitamos por todos estos pasos, debemos comprender las
dimensiones de Cristo. La palabra griega traducida «comprender» no significa
solamente entender y conocer mediante una percepción clara de las cosas, sino
también «asir», es decir, «echar mano de algo firmemente». Para poder asir las
dimensiones de Cristo, necesitamos a todos los santos; debemos asir a Cristo de
forma corporativa.
En este orden de ideas, podemos afirmar la gran importancia que cada
creyente pueda aprender la verdad de las inescrutables riquezas de la gracia
revelada en Cristo, y por ende, aprehender (asir firmemente, apropiarse dentro
de sí) de esta realidad y en consecuencia, emprender una acción práctica que
manifieste esa poderosa verdad.
Pablo ora para que los efesios, junto a todos los creyentes a través de
los siglos, pongan tanto interés y celo en la consecución de su objetivo, que
jamás lleguen al punto de decir, «hemos llegado al final. Ahora ya sabemos todo
lo que es necesario conocer acerca del amor de Cristo». El corazón y mente finitos
nunca podrán llegar a una cabal comprensión o conocimiento del amor infinito.
Aún en la vida venidera, Dios jamás dirá a sus redimidos: «Ahora yo os he dado
a conocer todo lo que se puede decir acerca de este amor. Cierro el libro,
porque la última página ha sido leída». Siempre habrá más, más y aún más que
decir. Y esta es una de las muchas bendiciones de la vida eterna.
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