Guarda tu corazón
«Josafat
humilló su rostro para consultar a Jehová» (2 Crónicas 20:3).
En el libro
de Proverbios, el rey Salomón les deja una de las enseñanzas más poderosas a
los hijos de Dios. Él nos recuerda: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;
porque de él mana la vida» (Proverbios 4:23). No obstante, si hay un
momento en que este principio debe ser aplicado con la mayor responsabilidad y
conciencia, es cuando estamos en medio de las adversidades. Cabe notar que la
Biblia nos dice que inmediatamente después de que el rey Josafat escuchó sobre
el ataque que estaba sufriendo, se humilló y consultó al Señor.
La
importancia de esto radica en que en los momentos difíciles los seres humanos
tendemos más bien a buscar a quién culpar por nuestra situación. Cuando no
sabemos qué hacer en medio de los problemas, nos llenamos de orgullo y altivez.
Empezamos a cuestionar a Dios (indirectamente) y nos enfocamos en nuestra
propia justicia. Esto mismo le sucedió al gran profeta Elías, quien en su momento
más difícil, mientras huía de Jezabel, le dijo al Señor: «Sólo yo he quedado»
(1Reyes 19:14). Como si quisiera resaltar su propia justicia y lealtad. Como diciendo que él era el único santo y fiel. Sin embargo, Dios notó su arrogancia y orgullo en sus palabras y lo reprendió diciendo: «Yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal» (1 Reyes 19:18).
(1Reyes 19:14). Como si quisiera resaltar su propia justicia y lealtad. Como diciendo que él era el único santo y fiel. Sin embargo, Dios notó su arrogancia y orgullo en sus palabras y lo reprendió diciendo: «Yo haré que queden en Israel siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal» (1 Reyes 19:18).
En otras
palabras: «No eres el único que ha
mostrado fidelidad hacia Dios, así como tú, hay un pueblo que no se ha
doblegado y ha permanecido fiel». Este pasaje nos debe recordar que incluso los
hombres de Dios se pueden llenar de altivez en los momentos difíciles, pero
debemos tener mucho cuidado de no caer en ese error. No debemos permitir
que nuestro corazón sea contaminado con la arrogancia, la justicia propia, la
duda, el temor, la incredulidad y la desconfianza. Al contrario, tenemos que
aprender a humillarnos, no cuestionar y no justificarnos. Debemos cuidar nuestra actitud y nuestro
corazón para que Dios nos ayude a salir victoriosos de los problemas.
En Proverbios 15:33 se nos dice: «El temor de Jehová
es enseñanza de sabiduría; y a la honra precede la humildad». Y Proverbios 22:4
declara: «Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor
de Jehová». Obviamente, de acuerdo a estos versículos, en el momento en que nos
disponemos a reaccionar con un corazón humilde, ya estamos garantizando en
parte nuestra victoria en todo conflicto.
Asimismo, el
Señor afirma que él «resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes» (1
Pedro 5:5). Y al revelar este aspecto de su carácter nos da una orden de
revestirnos de humildad, lo cual me da a entender que la humildad es un
mandamiento y por ende un acto de nuestra voluntad. En otras palabras, somos
humildes y nos humillamos cuando nos proponemos hacerlo.
El apóstol
Pablo también nos exhorta: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo
también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser
igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de
hombre, se humilló a sí mismo» (Filipenses 2:5-8).
Aquí se nos
ordena tener de forma voluntaria el mismo sentir que Jesús tuvo. Además, esta
orden nos revela lo que considero es la clave para practicar la humildad:
despojarse a sí mismo. La única manera de poder humillar nuestro rostro en todo
conflicto es no aferrarnos a los derechos que percibimos merecer, los que con
frecuencia nos dan una imagen inflada de nuestra persona.
Jesús tenía
derechos de los cuales se despojó por causa nuestra. Tan grandes eran su
autoridad y poder, que hubiera podido pedir que Dios enviara legiones de
ángeles en su rescate, pero no lo hizo, ya que su corazón no estaba en complacerse
a sí mismo, sino en agradar a su Padre celestial.
Josafat
hubiera podido cuestionar, reclamar y disgustarse por esta aparente injusticia,
pues siendo un rey contado entre los más piadosos de Israel se veía agobiado
como un impío. Sin embargo, él escogió el camino de la humildad.
En los
momentos de dificultades necesitamos tener a Dios como nuestro aliado, y la
actitud de nuestro corazón determinará si lo es o no.
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