«No hay iluminación
sin comunión y experiencia con Dios»
Romanos 12:1;
Colosenses 1:10; Efesios 3:19; Colosenses 1:19; 2:9
La falla en apropiarse del conocimiento del amor de Cristo, está en la
débil y superficial comunión que se tiene con Dios. Este conocimiento se recibe
por iluminación en lo revelado, pero no hay iluminación sin comunión y
experiencia con Dios por medio de la Palabra y el Espíritu. No basta con el
estudio sistemático de las doctrinas bíblicas, aunque es necesario. Se requiere
de una vida de comunión con Dios a través de la oración, meditación de su
palabra, así como ser el hombre y mujer de la vida que manifieste a Cristo en
todos los roles de la vida.
El conocimiento sin iluminación es solo información, pero el
conocimiento provisto por la revelación de Dios es el que habilita y capacita
para alcanzar la renovación y transformación del entendido de tal forma, que
pueda «andar como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando
fruto de toda buena obra, creciendo en el conocimiento de Dios».
El amor de Cristo es Cristo mismo. Así como Cristo es inmensurable, así
también lo es su amor, y aunque su amor excede a todo conocimiento; con todo,
lo podemos conocer en nuestro espíritu, no por el sentimiento, sino por el
entendimiento y conocimiento de la experiencia.
Comparar lo que hemos vivenciado del inmensurable amor de Cristo hasta
ahora con todo lo que nos falta por vivenciar, es como comparar una gota de
agua con el océano. Cristo en sus dimensiones universales y en su inmensurable
amor es como el grande e ilimitado océano y se requiere de toda una eternidad
para conocerlo y experimentarlo en su plenitud.
Ser llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. El apóstol Pablo
dice: «Para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios». Cuando
Cristo hace su hogar en nuestros corazones, cuando somos plenamente capaces de
comprender con todos los santos, las dimensiones de Cristo y de conocer por
experiencia su amor, que excede a todo conocimiento, seremos llenos hasta la
medida de toda la plenitud de Dios.
Dicha plenitud mora en Cristo. Al morar Cristo en nosotros, Él imparte
continuamente la vida de Dios en nuestro ser. De esta manera, podemos ser
llenos de Dios hasta dicha medida y llegar a tal nivel, a toda la plenitud de
Dios. De este modo, cumplimos la intención de Dios, que la iglesia sea la
expresión suya.
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