LO QUE CADA PADRE DEBIERA SABER.
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principios para enseñar sexualidad a los niños.
Los padres se preguntan: “¿Si damos
información excesiva y despertamos la curiosidad por cosas para las que todavía
nuestros hijos no tienen edad?” A modo general, sugerimos que contestes lo que
te preguntan; no mezquines la información, pero no seas excesivamente
detallista con elementos que pueden resultar confusos o mal interpretados. A
continuación algunos principios rectores para enseñar sexualidad a los niños:
1. Sé “preguntable”
Los padres que sienten recelos hacia lo sexual y temor de
hablar, “llamativamente”, tienen hijos que “nunca” preguntan. Por ende, “nunca”
se encuentran los momentos en los que se puede dialogar o enseñar.
Ten en mente que la educación es un proceso gradual que
se prolonga a lo largo de los años. No puedes enseñar a tus hijos todo en la
vida con una sola charla. No aprenden a ir al baño, comer o hablar con una sola
vez que les indiquemos cómo hacerlo.
2. Aborda el tema con
naturalidad
No lo magnifiques ni lo niegues. En los
primeros años de vida de tus hijos, las intervenciones deben ser preventivas, sin
ser alarmistas. Se debe educar acerca del cuidado del cuerpo y de la integridad
sexual sin infundir miedos que limiten la vida o supriman la libertad.
3. Responde con la verdad
Sé concreto. Evita irte por las ramas o
recitar un sermón. Contesta lo que preguntan. Cuando tu hijo se “desconecta” y
deja de prestar atención, es el momento de terminar con el discurso.
4. Introduce a Dios en
escena
Puedes enseñarles muchas cosas, pero no
obligarlos a aprender. Podrás guiarlos, pero no responsabilizarte por lo que
ellos hagan. Podrás instruirlos en cuanto a lo bueno y lo malo, pero no decidir
por ellos. Podrás darles amor, pero no obligarlos a que lo acepten. Podrás aconsejarlos
sobre las buenas amistades, pero no escoger por ellos. Podrás amonestarlos en
cuanto al pecado, pero no hacerlos personas morales. Podrás hablarles de Jesús,
pero no podrás hacer que Jesús sea su Señor.
Podrás educarlos acerca del sexo, pero no
mantenerlos puros. Finalmente, podrás explicarles cómo vivir, pero no podrás
darles vida eterna.
Por eso, ora, bendice a tus hijos y haz a
Dios partícipe en la tarea de la crianza. ¡Dios hará lo que tú no puedes hacer!
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