Yo sanare tu
rebelión.
«Llevad con
vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle:
Quita toda
iniquidad, y acepta el bien… Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia;
porque mi ira se apartó de ellos» Oseas
14.2, 4
Algunos de los capítulos más
cortos de la Biblia son los de mayor peso, los más conocidos, los más
apreciados por todos. Con la excepción de la gran parábola de Cristo en Lucas
15, Oseas 14 puede ser el capítulo que más admirablemente formula y considera
el caso de uno que se ha distanciado de Dios y desea la restauración del favor
de Él.
Derek Kidner tituló con acierto
su exposición sobre el libro de Oseas Love to the Loveless
[Amor para el que no tiene],
porque este es el conmovedor tema del libro. Es demasiado fácil perder el
contacto vital con Dios en el sórdido mundo al cual somos llamados a vivir y
servir. La pérdida del ajuste espiritual a menudo no es planeada ni deliberada,
no obstante es trágica si no se reconoce ni se enfrenta. El escritor de Hebreos
tuvo tal posibilidad presente cuando escribió:
«Y el Dios de paz … os haga
aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad» (He 13.20, 21).
La expresión que él usa para
«os haga aptos» puede ser usada para la reparación de los huesos rotos que
están descoyuntados. Su significado fundamental es «reparar lo que está roto».
Así que podemos leer esto como: «los ajuste correctamente ». Un brazo dislocado
pudiera servir de ilustración. Su necesidad urgente es que se ajuste de nuevo
con el resto del cuerpo. Solo entonces, la fuerza vital del cuerpo capacitará
al brazo para su verdadera función. De igual modo, solo los cristianos que
están en correcto «ajuste espiritual » pueden cumplir su función en el cuerpo
de Cristo. El mensaje de Oseas, la más tierna de todas las profecías, procura
motivar a Israel a buscar la reconciliación con Dios. Brota de las
profundidades de la propia tragedia doméstica del profeta; de ahí sus rasgos
conmovedores. Los pasajes en los cuales estamos interesados se refieren en
primer lugar a Efraín, la tribu dominante, y el
nombre señala aquí al reino del
norte. El libro es un diagnóstico de la causa de su decadencia espiritual,
y revela el camino de regreso.
Su mensaje también es válido para la Iglesia actual.
El camino de regreso
Debemos agradecerle a Dios que
él no solo da el diagnóstico de un padecimiento, sino que también
con gentileza prescribe y
provee la cura.
«Vuelve, oh Israel, a Jehová tu
Dios … Llevad con vosotros palabras de súplica, y decidle: Quita toda
iniquidad, y acepta el bien, y
te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios» Oseas 14.1–2
Dios demanda, en primer lugar,
el arrepentimiento.
No una confesión vaga y
general, sino el derramamiento específico y personal de un corazón
contrito. Cometimos nuestros pecados de forma
individual, y debemos nombrarlos delante de él y buscar el perdón. El
arrepentimiento es dejar el pecado que antes amábamos, mostrar que nos duele en
verdad y que en él nunca más nos deleitaremos.
Luego tiene que haber una
renuncia a las alianzas problemáticas. La asociación con los
crueles asirios y la confianza en los caballos prohibidos
de Egipto habían llevado a Efraín hacia
la ruina, y tales alianzas tenían que cancelarse. Ellos debían
declarar: «No nos librará el asirio; no montaremos en caballos». Debían renunciar
a todos los ídolos. «Nunca más diremos a la obra de nuestras manos: Dioses
nuestros» (Os 14.3). Dios no tolerará nada que usurpe el lugar que le pertenece
por derecho propio.
¡Qué recibimiento se le promete
a Efraín cuando cumpla estos términos y regrese al Señor!
«Yo sanaré su rebelión, los
amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos» (Os 14.4).
¿Desapareció el amor de Efraín
por Dios como la niebla de la mañana? Escuche la amorosa seguridad de Él: «Yo
deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí,
porque yo te redimí» (Is. 44.22).
Bendiciones adicionales
Como si estas bendiciones no
fueran suficientes para el Efraín penitente y restaurado, se le prometen
tres más.
Frescura
«Yo seré a Israel como rocío» (Os
14.5). La bondad volátil de Efraín, que desaparecía como el rocío
de la mañana, se reemplaza por
el refrescante rocío de Dios. En el Oriente, el rocío es la principal
fuente de renovación para la
vida de la planta.
Sin él, la vegetación muere. No
es un lujo sino una necesidad. La vida reajustada, que había sido seca y árida,
ahora está fresca y regada con rocío. La renovación del Espíritu Santo
convierte todas las cosas en nuevas. El rocío recibido y disfrutado llegará a
ser rocío impartido. «El remanente de Jacob será, en medio de muchos pueblos,
como el rocío de Jehová» (Mi 5.7). Nuestra vida refrescada de manera perenne no
puede quedarse solo así, sino que también deben refrescar continuamente a
otros.
Fragancia
La frescura del rocío despedía
la fragancia de la flor. Dios prometió: «Yo seré a Israel como rocío; él
florecerá como lirio y perfumará como el Líbano » (Os 14.5–6).
¿Qué es más delicado y sutil
que una fragancia? Su presencia no puede confundirse. Penetra las puertas
cerradas y llena la casa. Al pasar tiempo en la presencia del Señor, los
apóstoles se quedaron con su inconfundible fragancia en ellos, de modo que las
autoridades hostiles «les reconocían que habían estado con Jesús» (Hch 4.13).
Productividad
Pero la frescura y la
fragancia, por deleitables que sean, no son un fin en sí mismas. La
productividad
es la meta y el fin de toda
naturaleza. Oseas nos advierte que el mismo Señor, que envía el rocío y produce
la fragancia, es también la fuente de la fertilidad. «Oh, Efraín, yo soy como
un árbol de pino verde; tu productividad viene de mí». Una rama
partida, fuera del ajuste con el árbol, no produce fruto a la perfección. Un
creyente que está fuera del alcance, fuera del ajuste con Dios, no produce el
fruto del Espíritu. Pero una vez que regresa al Señor, la productividad en el
carácter y en el servicio llegan a ser una realidad.
Se tomó
de Sanidad espiritual para los que sufren,
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