Devociona.
“Se desato entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse.” Mr 4:37
“Se desato entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse.” Mr 4:37
Estar en el
seguimiento de Jesús significa estar decidido a partir y Dios no da
informaciones acerca de las condiciones metereológicas. Nadie nos dice que hay
UN POSIBLE ALERTA METEREOLÓGICO. Así que dejamos a la multitud, la iglesia, el
barrio, nuestro lugar, los amigos, afectos, ministerios, reconocimiento,
aprecio y nos metemos en la barca de JESUS. También lo acompañan otras barcas
en esta aventura. De pronto lo peor sucede, la tormenta hace peligrar la
misión.
Estar en la misión de Dios es
como ese viaje:
-Estaban obedeciendo y vino la
tormenta
-Estaban viajando con Jesús y
sin embargo se desato la tormenta
-Estaban en el centro de la
voluntad de Dios y casi la tormenta los mata.
Esta es la realidad para
aquellos que deciden cruzar del otro lado. Lo cierto es que las tormentas nos
vienen a todos. Es ahí donde nuestra fe es probada.
Determinados momentos oscuros
de nuestro caminar hay que vivirlos con lucidez, con dolor, y con Fe. Esto no
excluye las preguntas que nos hacemos y el desconcierto. Hay una tensión entre
la prueba y las garantías que pedimos o el programa detallado que reclamamos
del viaje con la sorpresa en manos de Dios. Dios es imprevisible. Es soberano y
puede sorprendernos de un momento a otro.
C. Wagner escribió: “Es necesario confiar en el Dios de las
largas noches, en el Dios de los días negros. Este Dios, en la encrucijada más
oscura, te toma de la mano y te dice: estoy aquí”.
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