domingo, 13 de enero de 2013


Devociona.

“Se desato entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse.” Mr 4:37
Estar en el seguimiento de Jesús significa estar decidido a partir y Dios no da informaciones acerca de las condiciones metereológicas. Nadie nos dice que hay UN POSIBLE ALERTA METEREOLÓGICO. Así que dejamos a la multitud, la iglesia, el barrio, nuestro lugar, los amigos, afectos, ministerios, reconocimiento, aprecio y nos metemos en la barca de JESUS. También lo acompañan otras barcas en esta aventura. De pronto lo peor sucede, la tormenta hace peligrar la misión.
Estar en la misión de Dios es como ese viaje:
-Estaban obedeciendo y vino la tormenta
-Estaban viajando con Jesús y sin embargo se desato la tormenta
-Estaban en el centro de la voluntad de Dios y casi la tormenta los mata.
Esta es la realidad para aquellos que deciden cruzar del otro lado. Lo cierto es que las tormentas nos vienen a todos. Es ahí donde nuestra fe es probada.
Determinados momentos oscuros de nuestro caminar hay que vivirlos con lucidez, con dolor, y con Fe. Esto no excluye las preguntas que nos hacemos y el desconcierto. Hay una tensión entre la prueba y las garantías que pedimos o el programa detallado que reclamamos del viaje con la sorpresa en manos de Dios. Dios es imprevisible. Es soberano y puede sorprendernos de un momento a otro.
C. Wagner escribió: “Es necesario confiar en el Dios de las largas noches, en el Dios de los días negros. Este Dios, en la encrucijada más oscura, te toma de la mano y te dice: estoy aquí”.

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